4.01.2010

HERMOSA SOMBRA
RETRATO DE PATRICIA HIGHSMITH


Uno no cesa de releerla. Ha creado un mundo original, cerrado, irracional, opresivo, donde no penetramos sino con un sentimiento personal de peligro y casi a pesar nuestro, pues tenemos enfrente un placer mezclado con escalofrío.

Graham Greene

Aunque Patricia Highsmith (nacida un 19 de enero de 1921), antes de morir, se sintió arrepentida por no haber firmado con su verdadero apellido paterno: Plangman, lo cierto es que siempre se conoció con el apellido de su padrastro. Ese hecho, además del divorcio de sus padres, el traslado de su natal Fort Worth (Texas) al legendario barrio bohemio de Nueva York: Greenwich Village, la crianza por parte de su abuela y la compleja relación con su madre, la marcaron como persona y como autora.
Su vocación literaria se manifestó temprano, tanto en la lectura como en la escritura. Siendo niña conoció el libro La mente humana de Karl Menninger, exitoso autor americano que puso la psiquiatría al alcance de la inmensa mayoría. Esta obra despertó en ella gran interés por la enfermedad mental, lo cual se manifiesta en su obra en la que la culpa, la mentira y el crimen son los temas principales. Desde los 15 años hasta su muerte llevó diarios, completando más de cien cuadernos. Estudió literatura inglesa, latín y griego; se graduó en 1942 y al año siguiente empezó a trabajar para una editorial.
Su primer cuento publicado apareció en una revista de moda cuando ella tenía 24 años. En 1950 se publicó su primera novela, Extraños en un tren, que se haría famosa un año después con la adaptación para cine, dirigida por Alfred Hitchcock y con guión del mismísimo Raymond Chandler. Respecto a esta película dijo sobre Hitchcock: «Cambió mi novela, pero siempre le estaré agradecida porque gracias a él pude seguir escribiendo y viviendo de escribir». Nunca pudo aceptar que la moral hollywoodiense de la época no permitiera que el malo se saliera con la suya: para ella, el antihéroe tenía que triunfar, al menos a primera vista[*]. Esta novela tuvo posteriores adaptaciones menos afortunadas. Hay otras películas basadas en sus novelas, específicamente las de su saga de Ripley como El talento de Mr. Ripley, cuya primera versión hizo el francés René Clément en 1960 como A pleno sol (Plein Soleil), con Alain Delon; en 1999 se realizó una nueva versión, dirigida por el británico Anthony Minghella. El amigo americano (1977), del alemán Wim Wenders, está inspirada en El juego de Ripley. Hay otra versión de esa misma novela dirigida por la italiana Liliana Cavani y protagonizada por John Malkovich.
Estas películas, a la postre, han servido para difundir la obra y devolver el valor negado a esta autora, especialmente en Estados Unidos, donde pasaba por escritora de segunda línea y no imprimían sus obras en tapa dura, catalogadas únicamente como libros de bolsillo.
En Europa la situación fue distinta, pese a que a su editor le costó diez años de críticas favorables ubicarla en la cima de las listas de ventas. Incluso sonó para el premio Nobel, especialmente cuando se publicó Carol, reimpresión de la novela El precio de la sal que se publicó más de treinta años antes bajo el pseudónimo de Claire Morgan y en la que exponía el tema de la homosexualidad femenina. En su última novela, Small G, un idilio de verano, retoma esta temática. Patricia Highsmith fue considerada por la crítica como una de las mejores escritoras de su generación, por la penetración psicológica que lograba en sus personajes y sus tramas complejas y muy elaboradas.
Ese aire pesimista que impregna sus historias y la cruenta mirada con la que sometía a examen la american way of life no fueron bien recibidos en su país natal, razón por la cual abandonó Estados Unidos en 1963 y se estableció en Europa: vivió en el Reino Unido, Francia, y finalmente en una localidad de Suiza donde falleció el 4 de febrero de 1995, hace 15 años.
Su obra fue polémica y se cuestionó su postura moral: ya en su primera novela se sobrepasa ese límite entre bien y mal. En 1955 aparece en El talento de Mr. Ripley su personaje Tom Ripley –que reaparecerá en otras cuatro novelas: La máscara de Ripley (1970), El juego de Ripley (1974), Tras los pasos de Ripley (1980) y Ripley en peligro (1991)–, un estafador con la habilidad de suplantar a sus víctimas, que roba y hasta mata con tal de alcanzar su propósito de ascender en la escala social, que además se sale con la suya y no es detenido ni castigado por la ley; de quien se arguye su liberación moral para transgredir los valores establecidos. Aun así, la primera novela de esta saga obtuvo el premio Edgar Allan Poe de la Mystery Writers of America y se reconoce el aporte de un protagonista de novela negra que no es ni detective ni policía, sino que está del lado criminal, lo que ayudó a explorar nuevas fronteras para este género. En 1966 escribió Plotting and writing suspense fiction, traducida al español como Suspense: Cómo se escribe una novela de intriga.
La imagen de Patricia Highsmith ya reconocida mundialmente, una anciana vestida sobriamente, con cabellera blanca apenas peinada y una cara hosca, resulta bien distante y distinta de esa bella joven universitaria dispuesta a desafiar el mundo con su exultante personalidad y su impetuoso talento.
Beautiful shadow –hermosa sombra–, el título de su biografía deja ver bastante del carácter depresivo y sombrío pero fascinante que tuvo la escritora y que se reflejó en el mundo de ficción que legó a la literatura.
Su vida privada quizá fue tan turbulenta como la de algunos de sus personajes. Era alcohólica, solitaria y huraña: fue acusada de misantropía y como muchos otros escritores prefería la compañía de gatos que la de personas. Había en ella cierta amargura por haber tenido que renunciar a mucho para poder dedicarse a escribir, como su patria que abandonó para siempre aunque jamás dejó de echar de menos, o su estabilidad sentimental: sus relaciones de pareja fueron cortas y tuvieron el peso de la censura. Fue amiga de Graham Greene, detestaba a Heminway y era una escritora consagrada de lleno a su oficio: leía hasta muy tarde, atrapada en su eterna búsqueda del crimen perfecto... [*]


[*] Diez años sin Patricia Highsmith de Elena Gosálvez, editora de MR Ediciones (Grupo Planeta). http://libros.libertaddigital.com/diez-anos-sin-patricia-highsmith-1276229620.html


A continuación una breve reseña de un encantador libro suyo.

Pequeños cuentos misóginos de Patricia Highsmith es un libro de relatos caracterizados por su brevedad –algunos no sobrepasan un par de páginas–, su aire macabro y un acento hondamente tétrico y descorazonador. Publicados originalmente en inglés en 1974, habría que anotar que una traducción más justa sería Pequeños cuentos de misoginia o si se quiere Cuentecillos sobre misoginia, ya que el asunto intrínseco en cada corta historia es el abuso o la desgracia que sufren o provocan las mujeres y, por donde se quiera, hay una mirada amonestadora e inclemente contra ellas. Muchas se destruyen tanto a sí mismas como a los hombres su alrededor.
Esta colección marca una diferencia con su saga de Ripley, Extraños en un tren o sus demás inolvidables thrillers. Los diecisiete cuentos, bien escritos como era habitual en la misteriosa simplicidad de estilo de la autora, resultan sobrecogedores y hasta perturbadores. Es una lectura ligera que consigue sacudirnos de la silla. Cada historia se centra en una mujer que cumple con alguno de los diversos papeles que la sociedad (masculina) le ha atribuido a lo largo de la existencia.
Este libro se constituye en una breve pero entretenida joya de la sátira, hilarante y mordaz, contraria a tanta «historia larga pero aburrida» –como las del abuelo Simpson– que abundan en la literatura.
A decir de Graham Greene: Highsmith convierte a nuestros vecinos en psicópatas sádicos, que están al acecho tras las cercas blancas y los céspedes bien podados. Estos cuentos trastornan nuestras nociones convencionales del carácter femenino, revelando el poder devastador de estas criaturas alguna vez familiares –rasgo propio de lo siniestro–. Este trabajo atestigua la reputación de Highsmith como “poeta de la aprehensión”.
Prodigiosa agudeza e implacable crudeza es lo que muestra Patricia Highsmith en esta minúscula y magnífica obra que evidencia el grado de misoginia latente aún en nuestra cultura occidental que se precia de lo contrario, y que la autora somete a un implacable análisis. Con mirada despiadada como el más afilado de los bisturíes disecciona la sociedad, sin tomar partido por unos u otros. El resultado: un vistazo a lo peor de hombres y mujeres; un profundo desprecio hacia el género que abarca a todos, el humano; una amarga resignación que, en todo caso, eleva su voz de la mejor manera: con humor y destreza.
Sexo pago al mejor postor, degradación humana, envilecimiento de la belleza… vanidad, avaricia, envidia, desidia, intemperancia, intolerancia y bastante lujuria es lo que destilan estos pequeños cuentos de misoginia.
He aquí un repaso por cada uno:
«La mano» (The hand) es una macabra fábula que contiene una sórdida metáfora del cortejo y el matrimonio como contrato social.
«Oona, la alegre mujer de las cavernas» (Oona, the jolly cave woman) es un apólogo que muestra la brutalidad histórica del machismo, es el más misógino de estos pequeños cuentos.
«La coqueta» (The coquette) narra la malaventuranza de una mujer –libertina– sin importancia; a nadie le preocupa su suerte, aunque muchos se hayan beneficiado de la desgraciada afortunada.
«La novelista» (The female novelist) es una crítica acérrima contra la frivolidad que por culpa de algunas autoras se atribuye a la escritura femenina y de la cual Patricia Highsmith siempre estuvo exenta.
«La bailarina» (The dancer) es un cuento siniestro –digno del Chejov más feroz–, de inquietante expresionismo y cierta plasticidad en el lenguaje que dan un tono melodramático a esta breve tragicomedia de alto vuelo.
«La enferma o la encamada» (The invalid, or, the bedridden) es la triste historia de una mujer acostumbrada a fingir para ser atendida, una experta manipuladora a la que parece no torcérsele el rumbo.
«La artista» (The artist) es otra diatriba –con un “explosivo” final– contra esas mujeres baladíes e inútiles que dan un mal nombre al arte, intentando hacerlo. Un auténtico tour de force en pocas palabras.
«El ama de casa de la clase media» (The middle-class housewife) es un texto en el que se desenmascara el feminismo doctrinario con toda su intransigencia e insensatez; se deja ver lo absurdo de consciencia colectiva y la barbarie de la racionalidad.
«La prostituta autorizada o la esposa» (The fully licensed whore, or, the wife) es la historieta de una adultera no proscrita, al contrario, legitimada por la farsa matrimonial, quien se sale con la suya.
«La paridora» (The breeder) es el retrato paródico y cruel de la mujer obsesiva con la maternidad o más exactamente el parto y el padre víctima de ello que enloquece en su afán por tratar de sostener a 17 hijos.
«Un objeto de cama transportable» (The mobile-bed object) podría ser la vida de una actriz porno o una prostituta de lujo, su éxito pasajero y su fracaso permanente; es una patente muestra de la mujer materializada por la sociedad, con su consentimiento, condenada a la suerte de toda cosa desgastada: ser desechada.
«La perfecta señorita» (The perfect little lady) habla de manera impasible y por ello mismo turbadora sobre una niña traviesa que, sin embargo, encaja dentro de las expectativas sociales y así puede convertirse en mujer fatal –literalmente–, en dama cruel que hace su voluntad.
«La suegra silenciosa» (The silent mother-in-law) es el patético retrato de una mujer resignada, que opta –saliéndose del estereotipo– por resguardarse en su insufrible mutismo y una extraña abnegación que le permite soportarlo todo.
«La ñoña» (The prude) cuenta la historia del fracaso de una remilgada madre puritana que debe bregar con el sino trágico de tener unas hijas liberadas, en un mundo desligado de las ataduras del tradicionalismo.
«La víctima» (The victim) es un doloroso relato de una mujer sometida sexualmente desde su pubertad, culpable del crimen de exhibir su irresistible belleza. Es un cuestionamiento a la manera brutal de ver la sexualidad y la sensualidad femenina en la sociedad.
«La evangelizadora» (The evangelist) es quizá el más débil de estos cuentos; trata de una mujer con un arquetipo tan detestable como deleznable, el de la predicadora inofensiva, la boba salvadora de almas con una fe y un poder de convencimiento tan grandes como su estulticia.
«La perfeccionista» (The perfectionist) es el relato de cierre que habla de la locura de la cotidianidad.

Finalmente uno de los Pequeños cuentos misóginos de Patricia Highsmith:

Kees Van Dongen - "Tango or Tango of the Archangel" 1923–35


La bailarina


Bailaban maravillosamente juntos, evolucionando de un lado a otro de la pista a los eróticos ritmos del tango, a veces del vals. A la edad de veinte y veintiún años, respectivamente, Claudette y Rodolphe se hicieron amantes. Quisieron casarse, pero su empresario consideró que resultaban más excitantes para los clientes si no estaban casados. Así que permanecieron solteros.
La sala de fiestas donde trabajaban se llamaba “El Rendez-vous” y era conocida entre cierta clientela de hombres maduros y gastados como una cura eficaz contra la impotencia. Basta con ir a bailar a Claudette y Rodolphe, decían todos. Los periodistas, intentando poner un poco de picante en sus columnas, describían su número como sadomasoquista, porque a menudo parecía que Rodolphe iba a estrangular a Claudette: la asía por la garganta y avanzaba, doblándola hacia atrás, o retrocedía –daba igual– manteniendo su presa, sacudiéndola a veces por el cuello, de tal modo que su pelo se agitaba furiosamente. El público contenía el aliento, suspiraba y los contemplaba fascinado. La batería de la banda de tres músicos sonaba más alta e insistente.
Claudette dejó de acostarse con Rodolphe porque pensaba que la privación estimularía su apetito. Le resultaba fácil excitar a Rodolphe mientras bailaba con él, para luego abandonarle con un movimiento brusco, haciendo mutis acompañada por los aplausos y, en ocasiones, las risas de los espectadores. Bien ajenos estaban al hecho de que le abandonaba de verdad.
Claudette era caprichosa y no tenía verdaderos planes, pero empezó a salir con un hombre barrigudo llamado Charles, de buen carácter, generoso y rico. Hasta se acostó con él. Charles aplaudía con fuerza cuando Claudette y Rodolphe bailaban, él rodeando con sus manos el grácil cuello blanco, ella doblada hacia atrás. Charles podía permitirse el lujo de reír. Se la iba a llevar a la cama luego.
Como sus ganancias iban unidas, Rodolphe planteó el asunto a Claudette: o dejaba de ver a Cahrles o él no volvería a actuar con ella. O, por lo menos, no actuaría con las manos alrededor de su garganta, como si fuera a ahogarla en un exceso de pasión, que era lo que venían buscando los clientes. Rodolphe lo decía en serio, así que Claudette prometió no acostarse más con Charles. Cumplió su promesa. Charles se distanció; raras veces se le veía por “El Rendez-vous”; en esas ocasiones andaba triste y abatido y, finalmente, no volvió más. Pero Rodolphe se fue dando cuenta poco a poco de que Claudette estaba viéndose con dos o tres hombres. Empezó a dormir con ellos y el negocio prosperó más que con el rico Charles, quien, después de todo, era solo un hombre, con sólo un grupo de amigos a los que poder traer a “El Rendez-vous”.
Rodolphe le pidió a Claudette que terminara con los tres. Ella se lo prometió. Sin embargo, ellos, o sus mensajeros con noticias y flores, continuaron frecuentando el camerino todas las noches.
Rodolphe, que no había pasado una noche con Claudette desde hacía ya cinco meses, pero cuyo cuerpo se apretaba contra el suyo cada noche ante los ojos de doscientas personas... Rodolphe bailó un tango magnífico una noche. Se apretó contra ella como de costumbre y ella se inclino hacia atrás.
–¡Más! ¡Más! –gritó el público, hombres en su mayoría, cuando las manos de Rodolphe oprimían la garganta de ella.
Claudette siempre fingía sufrir, amar a Rodolphe y sufrir a manos de su pasión durante la danza. Esta vez no se levantó cuando la soltó. Ni él la ayudó, como solía hacer. La había estrangulado, con tanta fuerza que ella no pudo gritar. Rodolphe salió del pequeño escenario y dejó a Claudette allí para que otros la recogieran.

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2 comentarios:

siete dijo...

"Trofeo es la cabeza de la medusa,
Perseo la decapita con furia y del surtidor verdoso de esa sangre..."

Anónimo dijo...

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